El indescriptible dolor de María


Jesús debe haber muerto un viernes de abril.

Probablemente fue en abril cuando se quedó con los sabios siendo aún un niño. Y en abril resucitó.

Difícil imaginar el dolor de una madre que sabe que su hijo debe morir. Todos lo sabían, los evangelios están plagados de relatos en donde Jesús anuncia su muerte, aún cuando no todos entendían su mensaje, siquiera Judas tenía la certeza.

Ana Catalina Emmerich asevera que vio a Jesús hablando con su Madre antes de la última cena aquel jueves en que la historia se preparaba para el suceso que marcaría la mente de los hombres, de forma tal que posteriormente hicieran lo necesario para que el tiempo quedara dividido en antes de El y después de El.

Desde el jueves en la noche hasta las tres de la tarde del viernes la crueldad del hombre ocupo un sitio prominente, desatados estaban los demonios de muchos de los que vivieron esos momentos y el miedo dominó las almas de aquellos que hubieran podido hacer algo para evitar al menos la degradación y la aplicación máxima del sufrimiento en un solo hombre. Todo le tocó a Jesús... quien no sufrió solo. La Madre lo hizo con El.

Desde que recibió al Ángel Gabriel hasta hoy en día sufre la Madre cuando vemos que sus imagenes lloran lágrimas de agua o sangre. Pero el momento de máximo dolor empezó seguramente cuando Juan le dijo que su hijo había sido apresado. Empezaba el suplicio para ambos.

Juan llevó a María a casa de Caifas, encontraron a Pedro quien descompuesto por haber negado tres veces a su maestro, tal como El se lo anunciara, le dijo a María que su Hijo había sido condenado a muerte. Al saber la noticia el dolor desgarró la conciencia de la Madre quien se desvaneció y la impronta de una de sus manos y de uno sus pies quedo grabada en una piedra que se usaba para sostener la puerta...

Mientras Jesús estaba siendo enjuiciado María pidió la acompañaran a recorrer los sitios por los que había pasado Jesús, nace así el Via Crucis. Este recorrido sirvió para darle fuerzas a la Madre quien entonces fue la que consoló a sus acompañantes que lloraban y caían desfallecidos de emoción.

María siguió a Jesús de cerca, sus miradas se cruzaron mas de una vez, tenía la Madre que mantenerse serena para que su fuerza ayudara al Hijo de Hombre en su prueba y su mirada trasmitiese Amor, no dolor. Pero al verlo desfigurado, maltratado, injuriado, atado, arrastrado... su naturaleza la dominó y se desvaneció mas de una vez, siendo auxiliada por Magdalena y por Juan que seguían con ella. Ni intentos se pueden hacer para describir los sentimientos y emociones de la Madre durante la crucifixión... y el rescate del cuerpo del Hijo amado. La impotencia, la desesperación, el dolor indescriptible hacen pensar en la calidad del karma que se ganaron aquellos que entregaron tales sensaciones. Fue en ese momento en el cual tomó relevancia el nombre de María de los Dolores... nadie como María para representar la fortaleza del ser.

María tomó el cuerpo de su Hijo y ayudó a vestirlo, lo lavó con sus lágrimas, lo vistió con su amor.

El Domingo siguiente Magdalena le comunicó la noticia, su Hijo era ahora el Hijo de Dios, tal como se lo anunciara había resucitado. Ahora los sentimientos eran inefables.