reconocidas de Kibeho en Ruanda, tuvo algo como un « viaje místico ».
Inmersa en un sueño profundo, sus vecinos tendrían serias dificultades para
moverla, levantarla y conseguir que separara las manos que mantenía
férreamente juntas. Su situación los sorprendió mucho.
«La Santa Virgen me llamó, contó, y yo respondí a su llamado. (...) Llegamos
primero a un lugar horrible, lleno de gente que se disputaba sin cesar.
Luego, a un lugar menos oscuro; también horrible, aunque en menor grado. Ahí
la gente sufría menos que en el primero pero se mantenía muy triste con los
ojos hacia el cielo. Finalmente, llegamos a un lugar magnífico, lleno de
luz, donde no hacía ni frío ni calor. Le pregunté cómo se llamaba ese lugar
y Ella me respondió: «Es la morada de quienes tienen un corazón de luz». El
lugar donde la gente guarda los ojos hacia el cielo «es el de quienes serán
entre los Elegidos». En cambio, donde has visto a la gente disputándose es
el de «quienes vivirán para siempre en el tormento, sin esperanza de
perdón.»
Entretanto, oí cantar, sin poder saber de dónde provenían unas bellísimas
voces lejanas. (...) Le pregunté por qué me había llevado hasta ahí, y me
respondió: « Porque después de ver esas tres categorías de personas, espero
que harás lo posible por atraer a los hombres por el buen camino. Además, te
las he mostrado para que comprendas que la mejor vida es la que vendrá
cuando el hombre haya dejado la tierra. » Efectivamente, vivir en el confort
sin preocuparse de lo que concierne a nuestro Creador es una pérdida de
tiempo.
Agustín Misago, "Las apariciones de Kibeho en Ruanda",
Facultad católica de Kinshasa, 1991, p. 94-104.