Nuestra Señora del Pilar.

NUESTRA SEÑORA DEL PILAR

Se celebra el 12 de Octubre, día de la Hispanidad. Rezamos en el himno de
Laudes de esta fiesta: "Santa María del Pilar, escucha nuestra plegaria, al
celebrar tu fiesta, Madre de Dios y Madre de los hombres, Reina y Señora.
Tú, la alegría y el honor del pueblo, eres dulzura y esperanza nuestra:
desde tu trono, miras, guardas, velas, Madre de España. Árbol de vida, que
nos diste a Cristo, fruto bendito de tu seno virgen, ven con nosotros hasta
que lleguemos, contigo al puerto".
Y el himno de Vísperas resume los anhelos que todos los cristianos españoles
y de todo el mundo, que hoy celebran la fiesta de Nuestra Señora del Pilar,
debieran procurar vivir a lo largo de toda su vida:

"Esa columna, sobre la que posa, leve sus plantas tu pequeña imagen, sube
hasta el cielo: puente, escala, guía, de peregrinos. Cantan tus glorias las
generaciones, todas te llaman bienaventurada, la roca firme, junto al Ebro
enhiesta, gastan a besos. Abre tus brazos virginales, madre, vuelve tus ojos
misericordiosos, tiende tu manto, que nos acogemos, bajo tu amparo".

Lo cierto es que desde muy antiguo se la venera a la Virgen María del Pilar
en este lugar de Zaragoza (España) y que desde muy antiguo también se
levantó en su honor una sencilla capilla que con el tiempo fue dando lugar
al suntuoso templo mariano donde hoy recibe visitas de todos los cristianos
venidos de todas partes del mundo. Y no hay duda de que es el Templo de la
raza, el que marca los hítos por los que se mueve la fe en España y en los
pueblos que de los españoles recibieron la fe de Jesucristo y el amor hacia
su Madre.

La Virgen María, allá por el año cuarenta, cuando todavía vivía en carne
mortal, al despedirse el Apóstol Santiago a predicar la fe de Jesucristo, le
prometió la Virgen que en aquel lugar donde más se convirtieran a su Hijo se
le manifestaría ella. Al llegar a las riberas del Ebro en Cesaraugusta -la
actual Zaragoza- "se convirtieron siete hombres para la fe de Cristo". La
Virgen María cumplió su promesa y se le apareció trayendo una columna y
rogándole que edificaran una capilla donde fuera adorado su Hijo Jesucristo
por todos los siglos y le prometió "milagros admirables sobre todos los que
imploren, en sus necesidades, mi auxilio. Este pilar quedará aquí hasta el
fin de los tiempos, para que nunca le falten adoradores a Jesucristo".

La Sagrada Escritura habla de la columna que guiaba al pueblo de Dios
durante el destierro hacia la tierra prometida. Esa columna debe ser para
nosotros este Pilar de Zaragoza que ha recibido a través de los siglos la fe
de nuestros padres y que ha amparado a cuantos a ella, a María, se han
dirigido.

Siempre tiene gentes, venidas de todas las partes de España y aún más allá,
para venerar este sagrado lugar donde reside María, la Madre, la Señora,
siempre con los brazos y el corazón abiertos para bendecir, amparar, y
consolar. No sólo el día 12 de octubre, que se celebra su fiesta, sino cada
día miles de corazones se postran ante ella en este privilegiado lugar de
oración, de recepción de sacramentos, de vivencia de nuestra fe.

Entre los grandes prodigios obrados por su medio sólo recordamos esos dos:
El acaecido el 1637 con Miguel Pellicer, vecino de Calanda (España) a quien
le devolvió la pierna sana después de que la tuviera tres años y cinco meses
enterrada. Otro prodigio es más reciente: El 3 de agosto de 1936 los
enemigos de la fe en España arrojaron tres bombas sobre el templo. Una cayó
en frente de la Basílica que no causó desperfecto alguno y las otras dos
sobre la misma Santa Capilla, sin explotar.
A continuación, os presento parte de un texto escrito por el religioso
marianista Padre José María Salaverri:
"¡Qué pequeña eres, pero qué influencia tan grande tienes!" dijo Juan Pablo
II en una de sus visitas a la Virgen de la columna. Y así es efectivamente.
Los 38 cm. de la imagen de la Virgen del Pilar, sobre una columna de jaspe
de 1.77 m., parecen la viva expresión material del Magnificat: "Ha mirado la
pequeñez de su sierva. Ha hecho grandes cosas por mi".

En la liturgia del 12 de octubre puede leerse como primera lectura de la
misa los versículos 12-14 del capítulo 1 de los Hechos de los apóstoles.
Después de enumerar a los once apóstoles, Lucas nos dice que estaban en
oración con "María, la madre de Jesús". Presencia aparentemente discreta, de
segundo plano. María, sencilla, como perdida entre apóstoles, discípulos y
discípulas, pero ¡qué fuerza emana de esas palabras! Como semilla que
germina y da fruto abundante. Dice Juan Pablo II:

"Doy fervientes gracias a Dios por la presencia singular de María en esta
tierra española donde tantos frutos ha producido."

Y el evangelio es también corto y significativo: una mujer que levanta
la voz declarando dichosos el vientre y los pechos de la madre de Jesús. Y
el mismo Jesús que replica: "Mejor: ¡dichosos los que escuchan la Palabra de
Dios y la cumplen!" Elogio que se aplica en primer lugar y plenamente a
María, la "dichosa por haber creído"; pero que se siente más dichosa todavía
al poder "dar" a todos ese Jesús concebido en su vientre y alimentado a sus
pechos.

María del Pilar, en su fiesta del 12 de octubre de 1492, se convierte en
proa de nave misionera. Es ella quien parece regalar a su hijo un nuevo
mundo, a través de Colón y sus marineros, a bordo de tres carabelas, cuya
capitana se llama la Santa María. Por eso Juan Pablo II, hace un alto en
Zaragoza el 10 de octubre de 1984, camino de Santo Domingo para inaugurar la
novena de años que van a preparar la celebración de la llegada del
cristianismo a tierras americanas. Dice el Papa:

"Brilla aquí en la tradición firme y antiquísima del Pilar la dimensión
apostólica de la Iglesia en todo su esplendor (.) La fe que los misioneros
españoles llevaron a Hispanoamérica es una fe apostólica heredada de la fe
de los apóstoles, según venerable tradición que aquí junto al Pilar tiene su
asiento".

La columna sobre la que se mantiene, firme y erguida, la frágil imagen de la
Virgen, está cargado de simbolismo. Evoca la columna de fuego que, de noche,
guiaba a los israelitas por el desierto. "Faro esplendente", la llama el
himno a la Virgen del Pilar, es decir, la que, en las noches oscuras de los
cristianos, mantiene viva la luz de la fe. La columna evoca también la
solidez del edificio de la Iglesia, siempre perseguida, pero siempre en pie,
manteniendo la esperanza del que, como dice también el himno, "se abraza a
tu Pilar", Virgen María. El himno nos dice también que ese pilar ha sido un
"rico presente de caridad" del amor de Dios, que nunca desampara a su pueblo
en los momentos difíciles.

La oración colecta de la fiesta de Nuestra Señora del Pilar es una obra
maestra de síntesis: rico contenido teológico y sencilla plegaria:

Dios todopoderoso y eterno,
que en la gloriosa Madre de tu Hijo
has concedido un amparo celestial
a cuantos la invocan con la secular advocación del Pilar,
concédenos, por su intercesión, fortaleza en la fe,
seguridad en la esperanza y constancia en el amor.

Innumerables han sido los que han recibido, de María del Pilar, fortaleza en
la fe. A imitación de la virgen Engracia y sus 18 compañeros mártires,
fuertes en la fe en la persecución de Diocleciano, en el año 304, sufriendo
con entereza los más atroces suplicios para mantener intacta la fe de su
bautismo.
Innumerables han sido los que han recibido, de María del Pilar, la seguridad
en la esperanza. Como aquel desterrado de la revolución francesa, el beato
Guillermo José Chaminade, que pasa tres años a los pies del Pilar de 1797 a
1800, seguro en la esperanza de un renacimiento cristiano en su patria. Para
asegurarla, la Virgen del Pilar le inspira sus fundaciones marianistas para
renovar la fe de la juventud de su patria y del mundo. Y sus hijos e hijas,
agradecidos, han llevado a todo el mundo su nombre, su imagen y su devoción.
Innumerables han sido los que han recibido, de María del Pilar, la
constancia en el amor. Como aquella joven mujer de 23 años, María Rafols,
que llega a Zaragoza en 1804, dispuesta a atender con un grupo de compañeras
a los pobres y enfermos: las Hijas de la caridad de Santa Ana. Durante los
dos sitios de Zaragoza, en plena guerra de la Independencia, merecerá que la
ciudad de Zaragoza la declare "heroína de la caridad".
Fe, esperanza y amor reparte la Virgen desde su Pilar, desde su atalaya
zaragozana. Con razón, el Papa Juan Pablo terminaba su oración a la Virgen:
"Virgen Santa del Pilar: aumenta nuestra fe, consolida nuestra esperanza,
aviva nuestra caridad. Fomenta en los jóvenes la disponibilidad para una
entrega plena a Dios. Protege a España entera y a sus pueblos, a sus hombres
y mujeres. Y asiste maternalmente, oh María, a cuantos te invocan como
patrona de la Hispanidad."

Fuente http://webcatolicodeJavier.org

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