El mes de María en Molokai

«Raras veces, agrega el misionero, he visto morir a un hombre más contento
que ese pobre leproso. Al día siguiente, cuando instalé en la capilla la
estatua de la Virgen toda estropeada, no tuve necesidad de reflexionar sobre
lo que iba a decir. Conté brevemente la historia de mi caída, mi indecisión
y mi resolución Hablé durante un largo rato y era como si otro hablara en mi
lugar.

El enfermo me escuchó atento durante más de dos horas. Ignoro si se marchó
al cielo junto a la Virgen consuelo de los afligidos, salud de los enfermos.
Rezamos sin necesidad de libro, ni de ninguna fórmula. Era en el mes de
María. Desde entonces, ya nunca pude rezar los ejercicios en honor de la
Santísima Virgen sin recordar esta circunstancia unida a su ternura
maternal.

Testimonio de un misionero según Buntsegel Ahoi Compendio mariano del
Hermano marista Albert Plfeger, 1980


Testimonio de un misionero según Buntsegel Ahoi
Compendio mariano del Hermano marista Albert Plfeger, 1980

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