Milagro de N. S. de Lourdes (II)

A mi llegada a la estación de Angers, fue mi madre la primera que vino a mi encuentro, se arrodilló en el suelo diciendo: « ¡Señor, no es cierto, nosotros no merecemos tanto!»

Luego, yo misma fui al encuentro de mi marido. Cuando me vio llegar con paso rápido y segura, retrocedió hasta su coche y me miraba estupefacto. Yo quería contarle todo al mismo tiempo y él lloraba estremecido y me advertía: "Cállate, te vas a cansar, te vas a enfermar" y yo reía y reía mientras le decía: "¡Ya todo terminó, estoy curada, no lo comprendes, estoy curada!" Pero mi marido lloraba cada vez más. « ¡Siento tanta vergüenza! Necesité de un milagro para creer!»

¡Qué cambio en nuestras vidas! ¡Amar al Señor juntos, orar juntos cada día, encontrar una vida nueva! ¡Hace falta sentir la muerte muy cerca para comprenderlo. Jamás olvidaré la primera misa de domingo juntos, meses más tarde, esa primera vez cuando comulgamos uno al lado del otro, mi alma desbordaba de reconocimiento y de amor! 
 

Cartas de Alicia Couteault
Compendio mariano, 1978, del Hermano Albert Pfleger, marista 

 

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