A los nueve años tuve un sueño que se me quedó profundamente gravado en la memoria. En ese sueño, estaba cerca de nuestra casa en un patio muy grande donde muchos niños jugaban. Unos reían, otros blasfemaban. Al oír las blasfemias, me lancé de súbito entre ellos, dando voces y golpeándolos para callarlos.
Entonces, apareció un hombre imponente. Su rostro era tan luminoso que no se le podía ver de frente. Me llamó por mi nombre y me dijo: - No es con golpes sino con la mansedumbre y la caridad que vas a hacer de ellos tus amigos. Comienza a hablarles de la fealdad del pecado y del valor de la virtud. Intimidado, temeroso, le respondí que yo no era más que un pobre niño ignorante. Los chicos dejaron de pelearse y de gritar, se agruparon en torno a Él.
Entonces, apareció un hombre imponente. Su rostro era tan luminoso que no se le podía ver de frente. Me llamó por mi nombre y me dijo: - No es con golpes sino con la mansedumbre y la caridad que vas a hacer de ellos tus amigos. Comienza a hablarles de la fealdad del pecado y del valor de la virtud. Intimidado, temeroso, le respondí que yo no era más que un pobre niño ignorante. Los chicos dejaron de pelearse y de gritar, se agruparon en torno a Él.
Yo le pregunté:
¿Quién es usted para ordenarme estas cosas imposibles? Justamente, porque te parecen imposibles debes hacerlas posibles, obedeciendo y adquiriendo sabiduría. ¿Cómo puedo adquirir sabiduría?
¿Quién es usted para ordenarme estas cosas imposibles? Justamente, porque te parecen imposibles debes hacerlas posibles, obedeciendo y adquiriendo sabiduría. ¿Cómo puedo adquirir sabiduría?
Te daré una institutriz. Con su ayuda podrás llegar a ser sabio.
¿Pero, quién es Usted? Yo soy el Hijo de esa Mujer a quien tu madre te ha enseñado a rezarle tres veces al día. Mi nombre pregúntaselo a mi Madre.
Don Bosco
Recuerdos Autobiográficos
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